Miguel Valderrama: “La sostenibilidad también implica asegurar la viabilidad económica de las actividades pesqueras”

Entrevista a Miguel Valderrama - Biólogo Marino
12 de diciembre de 2024 por
Olivia Chava
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El biólogo marino, Miguel Valderrama, revela cómo los residuos de la pesca, como la zanguaza y las conchas de abanico, podrían transformarse en productos rentables, impulsando la economía pesquera y protegiendo el medio ambiente.
Por: Eva Pretell Salvador

En las actividades pesqueras, el descarte de pescado representa un problema ambiental, social y económico que aún no encuentra soluciones definitivas en el Perú. Para entender mejor las implicancias de esta práctica y explorar alternativas sostenibles, conversamos con Miguel Valderrama, biólogo marino con amplia experiencia en investigación pesquera. A través de su análisis, Valderrama nos explica los efectos del descarte en los ecosistemas marinos, los desafíos para aprovechar estos residuos y el rol que podrían asumir el gobierno y el sector privado para fomentar la sostenibilidad en el sector acuícola del Perú.

¿Qué prácticas alternativas existen para reducir el descarte de pescado en las actividades pesqueras?

Para reducir el descarte de pescado en las actividades pesqueras, se ha buscado implementar prácticas más selectivas en la pesquería. Esto implica que, desde el momento en que se selecciona el pez, se procure capturar únicamente las especies necesarias, evitando la pesca incidental.

Por otro lado, se han explorado diversas formas de aprovechar los subproductos de la pesca. Por ejemplo, la zanguaza (agua con sangre, vísceras y restos orgánicos) ha sido objeto de proyectos que buscan convertirla en fertilizante, dada su riqueza en fósforo. En el caso de la concha de abanico, se ha investigado su uso como material calcáreo para la construcción, incluyendo la fabricación de ladrillos mediante plantas procesadoras en Sechura.

En la Amazonía, también se aprovechan partes del pescado que generalmente serían descartadas. Por ejemplo, las escamas de peces como el paiche y la arawana se emplean en la elaboración de artesanías, e incluso se utilizan para fabricar limas de uñas. Los descartes de especies como la anchoveta y el atún, que no se destinan al consumo directo, han sido empleados en la producción de graté, aunque esta práctica se ha reducido en los últimos años. 

Estas iniciativas buscan no solo reducir el impacto ambiental de los descartes, sino también generar valor a partir de los residuos pesqueros.
¿Cómo contribuyen las prácticas sostenibles a mejorar la rentabilidad de los pescadores?

Cuando hablamos de sostenibilidad, no nos referimos únicamente a la dimensión ambiental, como se solía pensar hace 20 años. La sostenibilidad también implica asegurar la viabilidad económica de las actividades, lo cual es crucial para los pescadores.

Al aprovechar especies que no son el objetivo principal de su pesca pero que tienen valor comercial, los pescadores pueden generar ingresos adicionales. Esto diversifica sus fuentes de ingreso y mejora su rentabilidad.

Además, programas que promueven la conservación, como la creación de áreas naturales protegidas, también benefician a los pescadores a largo plazo. Tomemos el caso de un pescador de mero: aunque inicialmente pueda parecer que una zona protegida cerca de su área de pesca limita su actividad, en realidad, estas áreas sirven como refugios donde los meros pueden reproducirse y aumentar su población.

Con el tiempo, cuando la población de meros se recupere y se expanda fuera del área protegida, los pescadores cercanos tendrán mayor acceso a esta especie, incrementando sus capturas de manera sostenible. Este enfoque no solo garantiza la conservación del recurso, sino que también mejora significativamente los beneficios económicos para los pescadores locales.

¿Qué ejemplos de uso del descarte de pescado han demostrado ser efectivos y sostenibles?

Hay pocos casos en los que se pueda decir que el uso del descarte ha sido efectivo y sostenible. La clave está en la rentabilidad. Por ejemplo, en el caso de la concha de abanico (aunque no sea pescado, creo que es un buen ejemplo), varios estudios han demostrado que es posible hacer ladrillos a partir de los descartes de las conchas, ya que solo se utiliza la carne y las balbas son desechadas. Estas balbas podrían triturarse y usarse como material de construcción.

La producción no es suficiente para generar un mercado constante. Es un círculo vicioso: un empresario no va a querer invertir en maquinaria trituradora y plantas procesadoras si no hay garantía de rentabilidad. Importar esas máquinas desde el extranjero representa una inversión significativa, y si no hay un mercado fuerte, no tiene sentido. 


Los consumidores que quieren apoyar estas iniciativas sostenibles muchas veces no encuentran fácil acceso a estos productos o los costos son demasiado altos. Tal vez un ladrillo hecho con conchas cuesta el doble que uno normal, lo que también limita su adopción.

 Miguel Valderrama • Bióloga Marino


Sobre ejemplos más específicos de pesca, no tengo uno que sea completamente sostenible a largo plazo. Por ejemplo, se han aprovechado ovas de angelote, lo cual es rentable para los pescadores porque les genera más ingresos, pero estamos hablando de una especie en peligro crítico, así que no es sostenible desde el punto de vista ambiental.

Lo más cercano sería en la Amazonía, donde se utiliza casi todo del pez, no solo la carne, sino también las escamas, que se emplean para hacer artesanías. Aun así, no tengo un ejemplo definitivo que pueda considerarse "el ejemplo de oro" en sostenibilidad.

¿Qué considera usted que el gobierno puede o debería hacer para fomentar la sostenibilidad en el sector pesquero?

El gobierno debería invertir en investigación sobre cómo utilizar los residuos y en cómo mejorar el acceso a los mercados. Por ejemplo, no sirve de nada descubrir que la zanguaza (el agua residual del procesamiento de peces como la anchoveta) tiene potencial como fertilizante si, al final, no hay un mercado para ese producto. Esas ideas terminan quedando solo en el papel, sin un punto de partida claro.

Sería útil promover ferias de emprendedores, no solo nacionales, sino también internacionales, para dar a conocer estos productos sostenibles.  Además de investigar nuevas fuentes sostenibles y formas de aprovechar el descarte, el gobierno debería enfocarse en mejorar la cadena de producción, haciéndola más eficiente. También podría ofrecer incentivos, como reducir impuestos a quienes utilicen prácticas sostenibles, ya que estas reducen impactos ambientales y, en consecuencia, alivian algunas cargas al Estado.

Respecto a los subsidios, tengo una postura crítica. La pesca industrial recibe subsidios en casi todo el mundo, pero no creo que sea una práctica sostenible. Algunos argumentan que las prácticas sostenibles también deberían recibir subsidios, pero no estoy de acuerdo. Los subsidios representan una carga adicional para el Estado. En lugar de eso, el gobierno debería actuar como facilitador, creando condiciones para que los empresarios puedan adoptar prácticas sostenibles, sin depender directamente del Estado para mantenerse.
¿Qué tan receptivo es el mercado peruano a productos generados a partir del descarte de pescado?

El mercado peruano, en general, busca productos que sean económicos. Aunque existe un mercado reducido de personas que valoran los productos ecoamigables y están dispuestas a invertir en ellos, la mayoría de los consumidores priorizan el precio por encima de otras consideraciones.

Por eso, la clave está en desarrollar productos que puedan competir en costos con las opciones convencionales. Solo así se podrá ampliar el alcance y la receptividad del mercado hacia estos productos sostenibles.

¿Cuán perjudicial es para el ecosistema marino, el descarte de pescado?

El descarte de pescado es bastante perjudicial. En primer lugar, al liberar grandes cantidades de fósforo al mar, se fertilizan algas microscópicas, como el fitoplancton. Algunas especies de fitoplancton son tóxicas y, cuando su reproducción se descontrola, pueden provocar las llamadas "mareas rojas". Estas mareas ocurren cuando el fitoplancton se reproduce en tal cantidad que cambia el color del agua, variando de tonalidades café a rojizas.

Las mareas rojas tienen un fuerte olor, similar al pescado o a algas en descomposición, y pueden ser tóxicas dependiendo de las especies presentes. Por ejemplo, se han reportado intoxicaciones en personas que consumieron mariscos contaminados con este fitoplancton. Por esta razón, durante una marea roja se recomienda no pescar ni consumir productos del mar de la zona afectada. Además, las mareas rojas pueden dañar cultivos de concha de abanico y perjudicar la pesca, ya que pueden acabar con peces y otras especies marinas.

Si bien las mareas rojas pueden ocurrir de manera natural, los descartes de pescado, que son ricos en fósforo y nutrientes, favorecen su aparición. Esto es común en zonas con alto volumen de descartes, como Chimbote, Pisco o Paita.

En Perú, no contamos con un sistema de alerta temprana que informe sobre la llegada de mareas rojas. Esto genera riesgos no solo para las personas, que podrían entrar al agua o consumir mariscos contaminados, sino también para sus mascotas, como ocurrió en un caso conocido donde un perro se intoxicó al entrar al agua en una zona afectada.

Por otro lado, cuando los descartes se eliminan incorrectamente en zonas desérticas o cerca de áreas pobladas, generan malos olores, atraen moscas y pueden propagar enfermedades. Es fundamental manejar estos residuos de manera adecuada para evitar estos impactos negativos.


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